miércoles, 24 de agosto de 2011

Bostich y Fussible ofrecerán taller de música electrónica




Autora: fhernandez / noticiasnet.mx

Ramón Amezcua y Pepe Mogt, músicos integrantes del Colectivo Nortec, ofrecerán en Oaxaca, el taller Los sintetizadores en la Música Electrónica. El próximo 29 de septiembre, los líderes del proyecto que ha triunfado alrededor del mundo cautivando el oído de millones de personas con su peculiar estilo, compartirán sus conocimientos en un taller gratuito que impartirán en el Café Central.

El taller comenzará con una explicación detallada de cómo se produce música con el uso de sintetizadores analógicos, modulares, digitales y virtuales.

Se discutirá el uso de controladores MIDI, como teclados y superficies de control, así como de secuenciadores y sintetizadores (tanto de su hardware como de su software), cajas de ritmo, samplers, procesadores de dinámica y efectos.

Producción musical con Ableton Live

El taller continuará con un adiestramiento en el manejo del secuenciador Ableton Live. Revelaremos las diferentes formas de usarlo de modo que el alumno pueda perfeccionar su formación teórica, práctica y artística, a la vez que desarrolla sus habilidades de análisis y juicio, pero sobre todo su creatividad.

Del proceso creativo detrás de Nortec

Los músicos revelarán a detalle cómo se crea la música Nortec. Para ello ofrecerán una prueba de cómo interactúa la música norteña y de tambora, con la música electrónica.

Nuevas tecnologías para la creación experimental de música electrónica

El taller culminará con una muestra de algunas de las herramientas más novedosas para hacer música en la actualidad. Ramón y Pepe abordarán instrumentos e interfaces con inmensas posibilidades de creación a disposición de todo tipo de músicos y artistas sonoros. Finalmente comentarán y exhibirán instrumentos como el Monome, los Percussa Audio Cubes, el iPad y el Tenori On, entre otros.

¿Cuándo y dónde?

Jueves 29 de septiembre, de 12 a 1 4 horas y de 16 a 18 horas. Cupo limitado.

Para confirmar tu asistencia escríbenos una carta motivo a colectivocentral@gmail.com; ya que el taller no tendrá costo alguno.


-- Desde Mi iPhone

sábado, 13 de agosto de 2011

El músico que repartió su ADN por el mundo antes de morir

Conrad Schnitzler (1937-2011)
Autor: Ánxel Grove / blogs.20minutos.es

El periodista inglés y tecno-gurú Symon Reynolds sugiere que la música electrónica no es comunicación sino comunión y que el intérprete importa bien poco, casi nada, es un faceless sin rostro, alguien no visualizable.


Quizá sea así ahora, en tiempo de sobrevaloración de los instintos primarios. ¿Quién mejor que una máquina para construir nuestro paisaje sonoro cuando somos tweeteadores de lo que otros dicen, reduciendo la vida a un proceso frío?


¿Fue siempre así la música electrónica? ¿De placer superficial antes que intelectual, de piel antes que de profundidad?


Hace unos días se difundió la noticia de la muerte,  por un cáncer de estómago, de Conrad Schnitzler. Tenía 77 años y había dedicado más de cuarenta a la música electrónica. Su discografía es casi inabarcable: un centenar de discos y un número superior de cintas de casete de distribución reducida.


Schnitzler era uno de los pilares de la electrónica alemana, fecundada en los años sesenta dentro del llamado krautrock, el estilo-fusión nacido del experimentalismo, el free jazz, las drogas psicodélicas y el anarquismo.


La libérrima concepción abierta de la música que secundaba el movimiento (Can, Amon Düül II, Ash Ra Tempel, Faust, Popol Vuh, Neu!…) influyó de modo notable en algunos de los géneros más radicales de las últimas décadas, desde la música industrial y el ambient hasta el punk y todas sus bastardías.



Nacido en Düsseldorf y alumno durante algunos años del escultor de la grasa y el fieltro, Joseph Beuys, que predicaba la democratización del arte desde un punto de vista biológico (“todo ser humano es un artista y cada acción, una obra de arte efímera como la vida”), Schnitzler llegó a Berlín en el momento justo, 1967.


Junto con su amigo Hans-Joachim Roedelius, también ex alumno de Beuys, y aprovechando el ánimo colectivista de aquel tiempo dulce, se hizo con un local para montar sesiones musicales: el Zodiac Free Arts Labs, un sótano del distrito de Kreuzberg donde se ponía en práctica el aserto de que en el absurdo se cobijan casi todas las formas de arte.


Quienes vivieron las noches del Zodiac podrían contradecir con experiencias personales las afirmaciones teóricas de Simon Reynolds citadas al comienzo de esta entrada: la música electrónica era comunión y acción, tenía corazón y genealogía. En el club, frecuentado por la bohemia berlinesa, hacían ensayos abiertos, a veces de hasta cinco horas de duración, Tangerine Dream, el trío seminal del krautrock en el que Schnitzler tocaba el órgano y practicaba la teoría de la música encontrada al azar. Participó en el primer disco del grupo, Electronic Meditation, editado en 1970.



Incansable, Schnitzler tocó también (con Rodelius y Dieter Moebius) en Kluster (que con el tiempo se llamarían Cluster), un trío de música industrial que tuvo muy poca resonancia en su tiempo pero fue reivindicado como precursor años más tarde por Brian Eno y otros patriarcas de la música oblicua.


Carl Schnitzler - "Control"
Conrad Schnitzler - "Control" (1978-1981)


A partir de los años setenta se concentró en sus trabajos en solitario, en los que exploró texturas y frecuencias electrónicas.


Nunca cayó en los excesos  descriptivos de los grupos de techno-pop ingleses y siempre prefirió moverse por terrenos expresionistas y modulares. Le importaba más la textura que la melodía. Aquí puede escucharse en streaming un concierto que deja en claro su propuesta.

En su página web hay muchas muestras de la obra prolífica de este músico al que no le preocupaban demasiado las corrientes, tendencias o electrochoques mediáticos de la modernez.


En España apenas era conocido. Esa circunstancia, unida a su muerte, me aconsejan traerlo a Top Secret, la sección de este blog donde nos ocupamos de zonas en penumbra.

Cuando le diagnosticaron el cáncer, Schnitzler comenzó a trabajar con mayor ahinco. Cuatro días antes de morir terminó su último trabajo.




Desde hace meses había comenzado a enviar mechones de su pelo para que fuesen enterrados en distintas partes del mundo. Allá donde se lo pedían, mandaba un mechón. Llamó al proyecto Global Living (Vida global) y lo explicó de una forma inocente en un pequeño texto:

Desde hace tiempo me estoy globalizando
¿Por qué vivir en un sólo país?

¿Por qué dormir en un sólo país?

¿Por qué ser enterrado en un sólo país?

Ahora que vivimos y pensamos globalmente

Me gustaría residir en muchos bellos lugares del mundo
Sin tener que moverme del lugar en el que estoy

Envío mi ADN (my pelo) a esos lugares

Para estar en ellos

Estaré en muchos sitios pese a estar muerto

Que nadie venga a mi tumba en Berlín

Mis amigos pueden visitarme en el mundo entero



Laguna Verde, Lanzarote
Laguna Verde, Lanzarote


Hay ADN de Conrad Schnitzler en nueve emplazamientos. Uno de ellos es la Laguna Verde de Lanzarote, en el lugar señalado en la foto por la palabra Con -nombre de guerra del músico-.

También hay restos en un árbol camino del Fuji, en un parque de Liverpool, en una montaña y en una cresta sobre un fiordo en Noruega, cerca del Polo Norte, en un bosque alemán

Durante una época de su vida Schnitzler  solía pasear con dos reproductores de cinta y un altavoz colgados al cuello. Repartía sonidos.


El envío de células de su cuerpo a varios lugares del planeta completa el ciclo: la energía derramada al azar es una de las bases de la música electrónica.


¿Seres sin rosto? Al contrario: puedo imaginar la sonrisa de Schnitzler, amplia como el orden en el desorden de su obra musical y el mapa del ADN que ha repartido por el mundo.