sábado, 30 de abril de 2011

Folclore enchufado


El dúo Tonolec, integrado por la cantora Charo Bogarín y el músico Diego Pérez, acaba de editar "Los pasos labrados", un disco en el que al habitual cruce de música electrónica y cantos originarios tobas de su repertorio le incorpora un recorrido por composiciones del cancionero popular latinoamericano.
"Se trata de un disco de versiones donde escogimos canciones que consideramos muy representativas del folclore latinoamericano, no sólo por un interés musical sino también porque creemos que a nivel de la cultura y la política están pasando cosas importantes en el continente y quisimos estar en consonancia con ese espíritu", cuentan Charo y Diego.

Los dos músicos y compositores dicen que este tercer material discográfico, que continúa pero quiebra la línea abierta con su disco debut del 2005 y con "Plegaria del árbol negro", del 2008, "de alguna forma marca un recorrido que va desde la raíz más profunda que son los cantos nativos hacia lo criollo como canto popular posterior". 

Canciones como el lamento de Violeta Parra "Qué he sacado con quererte", la "Zamba para olvidar" de Daniel Toro, el chamamé "Cacique Catán", de Luis Mendoza y Tránsito Cocomarola, cantado en lengua toba-mocoví; el anónimo "Duerme negrito" y una versión toba de "Cinco siglos igual" son algunos de los temas que componen el nuevo material de Tonolec. 

La música del pueblo

"Nosotros entendemos el folclore como la música del pueblo que se va pasando de generación en generación y nos vemos a nosotros como un eslabón de esta cadena al que le toca expresar y transmitir este legado vivo a nuestra manera y sin renegar de nada de lo que nos es propio", cuenta Pérez sobre la manera de encarar el trabajo y sobre la mixtura entre lo electrónico y lo popular-nativo.
A pesar de saltar de una tradición a otra (de la toba a la criolla), Charo asegura que "hay cuestiones musicales, tanto melódicas como rítmicas, que vienen de lo aborigen y que siguen sonando en lo folclórico" al ser atravesadas por nosotros. 

"Una vez que indagás en la cultura nativa, en sus cantos, en la cosmovisión, en el sonido de los tambores, es como que ese lugar se transforma en tu tierra de cultivo y queda sellada una impronta", cuenta la cantante. "Entonces –concluye la idea– es imposible que aun variando la tradición lo que nosotros tomamos no tenga esa impronta originaria, ya sea en la manera de Diego de pensar la instrumentación y mixturar los sonidos o en mi interpretación, que sigue la idea del canto partido, quebrado, como desgarrado, de los tobas". 

Diego agrega que, en parte, es el desconocimiento de lo originario lo que volvió invisibles muchos aportes y continuidades de lo aborigen en el folclore posterior. "Recién ahora –cuenta– estamos descubriendo cosas propias de las culturas aborígenes y en este descubrimiento advertimos, también, las cosas de ellos que atravesaron el tiempo y se incorporaron al folclore y a nuestras tradiciones".
"La invisibilidad de lo originario en el chamamé o en la chacarera a veces tiene más que ver con el desconocimiento. Recién ahora, y a partir de poner el ojo en las culturas originarias, se empiezan a detectar continuidades y lazos", agrega. 

Originarios del nordeste argentino –Charo nació en Clorinda, Formosa, y se crió en Resistencia, Chaco, y Diego nació y se crió en Resistencia– Bogarín y Pérez iniciaron una investigación en lo originario a partir del 2001, después de un viaje por Europa tras haber ganado un concurso de la cadena musical MTV. 

"Empezamos haciendo música electrónica pura y cuando volvemos del viaje en plena crisis del 2001 los dos sentimos que lo que estábamos haciendo estaba bueno pero que no nos representaba", cuenta Diego. 

Esta decisión los llevó a investigar en el folclore del lugar donde nacieron y se criaron y ahí se pusieron en contacto con la comunidad toba y el coro toba de Resistencia, con los que comenzaron un trabajo de intercambio y aprendizaje de varios años. 

"En un punto –explica Charo– el artista busca la voz propia y esa voz viene del suelo donde fuiste criado y nuestra búsqueda se encaminó a encontrar ese sonido propio, ya despojado de toda la cuestión europea, donde apareció la pregunta tan trillada y tan difícil de contestar que es '¿Dónde está tu voz, quién sos, adónde querés ir y de dónde venís?'". 

Diego Pérez señala que a partir del contacto con las comunidades tobas "nos dimos cuenta de que había todo un sonido que tenía que ver con el paisaje donde nos criamos y que nosotros pertenecíamos a ese lugar desde nuestra contemporaneidad". 

"Por esto –señala para hablar del cruce de la música electrónica con los cantos nativos– la cuestión nunca fue negar ni un aspecto ni el otro sino incorporar los elementos para encontrar un sonido que fuera un espacio propio en el que pudiéramos reconocernos". 

De hecho, los dos aclaran que aun siendo ancestral, la toba es música en constante cambio.

"El prejuicio es más de afuera que de adentro, ellos no tienen su cultura encerrada en una vitrina sino que es transmitida y transformada de generación en generación; ellos mismos van transformando la forma de cantar, las letras, las entonaciones", afirman. 

La mixtura que propone Tonolec se emparenta con recorridos de otros grupos de la región como Novalima en Perú, Nortec en México y La Bomba Estéreo en Colombia, por citar algunos grupos que cruzan la actualidad electrónica con la tradición popular. 

"El fantasma de los 90 –dice Diego– es que la música electrónica confundió la herramienta con el fin y era como que no había contenido y la música electrónica no era mucho más que un demo de lo que se podía hacer con esa tecnología". 

"En un momento –agrega– eso se agota y la tecnología pasó a ocupar el lugar que le correspondía, el de una herramienta. Vos podés agarrar una guitarra, una computadora o un poco de plastilina y, si tenés algo que decir, con cualquiera de esos elementos te podés expresar".

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