Juan Hernández Enviado | El Universal
¡Cómeme!, dice en la entrada a uno de los túneles de Guanajuato, convertido en infierno, en donde los cuerpos se consumen en una hoguera humana de placer. “¡Cómeme!”, grita un jovencito extasiado en el momento más elevado de la música electrónica de Gary Pimiento, de Sanfuentes, de Diegors, los DJ´s de Argentina, Chile y México que la noche del viernes convocaron a la noche tribal guanajuatense.
Unas 300 personas se reunieron en el túnel que alguna vez fue campo de batalla entre el Santo y las momias de Guanajuato, vampiros y monstruos de toda índole. Algunos, aunque muy jóvenes para ser contemporáneos de aquel cine, aún lo recuerdan: “¡Ahorita se te va a aparecer el Santo, carnal!”, dice un muchacho y suelta la carcajada.
La música electrónica enciende los cuerpos que no dejan de moverse poseídos por el ritmo, el sonido que acaricia, que cosquillea la piel y la luz en forma de llamas que se levanta atrás de la consola principal del DJ.
Aunque es un evento masivo y en un lugar público y abierto, no es gratuito. Para ingresar, los jóvenes han tenido que desembolsar $ 120, y en la improvisada barra obtienen una cerveza por $ 25 o un tequila por $ 60. No es, en definitiva, una oferta para todos.
A los jóvenes no les gusta que de vez en cuando aparezcan en la escena los policías municipales. Pocos y no muy estrictos, los guardias permiten el consumo de alcohol, pero nada más. Los jóvenes se las arreglan para rolarla con discreción y abrir sus sentidos que se disparan en esa atmósfera gótica del túnel, del cual pueden escapar sensorialmente elevando la mirada a la bóveda celeste, estrellada en la noche que ha dejado de ser fría. Al paso del tiempo, mujeres y hombres se van despojando de sus chamarras y bufandas. Ligeros del cuerpo, curvan sus extremidades, levantan los pies del suelo, se abrazan en una fraternidad adolescente. Se miran con complicidad y ríen.
La música de los DJ´s aunque potente no lastima el oído, por el contrario, entra suave en el cuerpo y lo despierta con un masaje que va del toque apenas perceptible a la euforia absoluta.
El Festival Internacional Cervantino atiende así a los jóvenes que asisten al encuentro artístico con ganas no sólo de ser espectadores, que la mayoría no lo son, de los espectáculos programados en los teatros, sino también de ser protagonistas de la escena. Vivir en el cuerpo la experiencia de la música y del baile, encontrarse con sus amigos y, juntos, tener una experiencia memorable.
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