miércoles, 28 de septiembre de 2011

Sobre un lienzo digital


Autor: Juan Villalba / Losandes.com.ar

Ante un reducido auditorio, el intérprete, de estricto traje y corbata, se sitúa al lado del pianista y atrás de un extraño objeto, que no supera en altura a su cintura. Es una caja rectangular, de medio metro de largo, recostada sobre un pie de metal y de la que salen dos antenas, una hacia arriba y otra hacia uno de los flancos, formando un ángulo de noventa grados.

El hombre hace un ligero pero firme movimiento con las manos y un sonido ululante y modulado surge del objeto, similar a una voz femenina o infantil, o al sonido plañidero de un violín. Hay voces de exclamación entre los invitados. Son los albores del siglo veinte y testigos privilegiados presencian la aparición en público del primer instrumento invisible.

A decir verdad, el theremin es considerado el primer instrumento electrónico, al utilizar en su funcionamiento los principios físicos en los que también se basa la radio. En la escena descripta, quien lo ejecuta es su inventor, León Thérémin, nombre escogido por el ruso Lev Sergeyevich Termen. Intérprete de violonchelo, quiso crear uno que no requiriera arco ni encordado: sólo intervenciones en un campo magnético, en una danza de manos que reconstruye los movimientos del chelista.

Un hombre de gesto adusto sube raudo al escenario en el que sólo hay una pequeña mesa cubierta por una tela y una computadora personal transportable, una laptop. Al levantar la tapa, una pantalla blanca en el foro muta en una sucesión interminable de líneas desplazándose de modo horizontal, simulando una interferencia.

El alemán Carstein Nicolai, o Alva Noto, es un artista sonoro y visual, con raíces en la arquitectura, de un presente activo en materia de producciones, presentaciones y grabaciones, y de paso reciente por nuestra provincia. Su trabajo sobre los aspectos físicos del sonido tiene particular resonancia entre los oídos atentos a los nuevos hallazgos. Un concierto suyo en solitario o junto a su socio Olaf Bender es una experiencia excitante: lejos está en todo caso de otro tipo de búsquedas más introvertidas o abstractas.

León Thérémin, el ejecutante del instrumento que lleva su nombre, presentó su invención en 1920; Carstein Nicolai es un investigador e intérprete contemporáneo de música electrónica. Ambos se involucran en el desarrollo de los sonidos que permite la tecnología emergente en su momento histórico.

La evolución de ésta en el último siglo ha permitido que se expandan enormemente las posibilidades de los compositores, así como las de los artistas visuales. El campo es ya muy extenso. Se destacan aquí algunos de ellos, en una muestra que incita al descubrimiento.

Los himnos electrónicos de Karl Stockhausen

El alemán Karlheinz Stockhausen, nacido en Mödrath en 1928 y fallecido a finales de 2007, desplegó en la composición de sus más de trescientas obras (muchas de ellas grabadas y conservadas con especial dedicación) una asombrosa pluralidad de recursos, agotando en muchos casos los primeros tramos de una variada gama de indagaciones en materia sonora.

Poco hay que sumar a la fuerza poética y sentido espacial de su Helikopter-Streichquartett, una tensa estructura sonoro-visual, una pieza ejecutada por un cuarteto de cuerdas cuyos integrantes interpretan sus partes por separado a bordo de sendos helicópteros que se desplazan sobre las campiñas de Salzburgo durante poco más de media hora. Esta pieza, debido es aclararlo, sólo se interpretó tres veces.

Estudiante de composición, y también de piano y violín, Stockhausen comenzó a publicar sus obras en 1950, imbuido en las corrientes vanguardistas de Colonia, en donde estudió en su Conservatorio y también, años más tarde, enseñó.

Su Canción de los Jóvenes (Gesang der Jünglinge) es considerada determinante en la historia de la música electrónica. Es una pieza concebida para un coro de niños y sonidos electrónicos, recibida con polémica tras su estreno en 1956 en el auditorio de la WDR, la radio de Colonia. No había en esta secuencia de sonidos nada demasiado reconocible para el oyente medio: más bien, se trataba de un collage de sucesivos contrastes al que el tiempo puso en su lugar de obra maestra.

La escucha de sus Hymnen (Himnos), de finales de los sesenta, ratifica que fue él quien primero vislumbró muchos de los caminos que se recorren en nuestros días en la producción electrónica o electroacústica. En dos horas, mezcla, desdibuja y distorsiona himnos nacionales de todo el mundo, en una prodigiosa argamasa de sonidos orquestales y electrónicos.

Su influencia en el rock y el jazz son evidentes. Así lo han confirmado el ítalo-norteamericano Frank Zappa, Björk y también Miles Davis. El mismo Roger Waters que bate récords en nuestro país, cantante de una agrupación (Pink Floyd) que siempre se interesó en la creación de ambientes y en la búsqueda experimental y conceptual, ha hecho pública su admiración por el alemán. Entre sus directos seguidores, resaltan los también germanos Kraftwerk, padres de la electrónica moderna popular.

Arte en código binario

La norteamericana Laurie Anderson (poeta, cantante, artista plástica, actual esposa del ícono rockero Lou Reed) fue una de las primeras en recurrir a la imagen digital como parte esencial de un espectáculo integral, y no como mero complemento de la música. En su film-espectáculo de 1986 "Home of the Brave" (El hogar de los valientes, expresión que alude a los Estados Unidos), disponible en DVD, plantea una deliciosa metáfora en torno a los 0 y los 1 del código binario informático. Nadie quiere ser un 0, afirma, todos quieren ser un 1.

En los últimos veinte años, a los recursos que brinda la informática, se sumó una plataforma en actual mutación y crecimiento, la internet. Pero más allá de su uso como soporte de difusión de obras de arte, comienzan a verse nuevas indagaciones sobre la navegación en la web como hecho estético en sí.

El diseñador inglés Paul Neave propone en su sitio www.neave.com una galería de juegos que remiten a las búsquedas de nuestro Julio Le Parc, en las que la interacción con el espectador es fundamental. Se puede, por ejemplo, hacer saltar y rebotar cientos de pelotas multicolor que responden a estímulos sonoros, desarmar un diente de león virtual soplando el micrófono de la pc, dibujar con el mouse con nuevos y sorprendentes recursos o acceder a una transmisión de televisión delirante, cambiando los canales sólo con un click.

En otro rumbo se inscribe la obra del artista musical y visual japonés Yoshi Sodeoka. Su mediometraje ASCII Bush es una excelente muestra del poder expresivo de los nuevos materiales aportados por la tecnología. Es la imagen y el sonido de un discurso de George Bush representado por signos en código ASCII (utilizado por los programadores informáticos), con el sonido original filtrado por un vocoder. En su página www.sodeoka.com se encuentra gran parte de su trabajo.

Para el espíritu inquieto, un buen punto de partida es www.turbulence.org, donde artistas y diseñadores de todo el mundo confluyen en un lugar de encuentro de nuevas tendencias.

Los sonidos de Gabriel Cerini

En los ochenta mantuvo en nuestra provincia una sociedad con el Joven Teatro Goethe, como ambientador sonoro de las ideas de su directora, Gladys Ravalle. Sus ideas remitían a una tierra: Alemania, adonde partió con sus archivos de ruidos a cuestas, en su búsqueda personal de un sonido propio. La escucha de su música devela una intención ambiental, paisajista, ruidista, dramática. El ruido es aquí música: los objetos dialogan (el crepitar de una bolsa de nylon se amalgama con el pizzicato de un violín; el ruido de un fax, o de un subte, o del viento sobre el micrófono se diluye en un arpegio sintético).

"Una charla de amigos, ruidos del exterior del estudio, sonidos de una improvisación con el grupo de teatro, sonidos de Madrid, Hamburgo, Barcelona, Mallorca. Todo esto forma mi biblioteca personal de momentos sónicos y queda guardado hasta que necesite usarlo en pos de una idea poética", cuenta el músico Gabriel Cerini, de vuelta en Mendoza.

"Busco un tratamiento que permita que los materiales evolucionen, de la misma manera en que se trabaja con palabras para lograr una poesía". Vuelve a partir el año próximo, esta vez hacia Amsterdam, para presentar una de sus nuevas obras junto al colectivo artístico Plan B, de compositores argentinos y holandeses.

"Un amigo artista plástico de Hamburgo hizo unos dibujos que para mí eran sonido puro. Hice una obra en base a esos trazos recurriendo a mi biblioteca."

"Una vez probé una máquina, un sintetizador analógico, viejo, de esos que ocupaban toda una pared. Está en uno de los centros de música contemporánea en los que estuve, en Lüneburg, Alemania. Incorporé a mi archivo algunas impresiones que obtuve", explica, siempre interesado en compartir su experiencia, su búsqueda del color propio.

Con la idea de definir la expresión música electrónica, Gabriel diferencia la "música de laboratorio" de Stockhausen de expresiones de mayor popularidad como Kraftwerk. "Hoy en día, además, cualquier grabación es electrónica, incluso Los Chalchaleros; todo tiene un procesamiento que se parece más al sampler que a una grabación tradicional en vivo.

El uso de un medio electrónico no define una música, pero sí puede definirla el tipo de sonido, alejado del intento de copia, el sonido original del instrumento electrónico. No pretende imitar un sonido acústico, como podría ser el caso de Jean-Michel Jarre. Es un sonido diferente, obtenido con osciladores, samplers o software."

La experiencia de Gabriel, un precursor en nuestras tierras, se ha multiplicado. Él reconoce que la masividad de diversas formas de música electrónica ha aumentado su público y las posibilidades de difusión. Hoy, las nuevas generaciones (educadas en los noventa con The Prodigy, Daft Punk y Chemical Brothers) ocupan por derecho propio la escena.

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