SERGIO C. FANJUL / elpais.com
Es lunes, ocho de la mañana y suena el despertador. Juanfra Pérez se despierta y se prepara para una semana laboral como neuropsicólogo: en sus sesiones trata a pacientes con patologías relacionadas con traumatismos craneoencefálicos (suelen ser provocados en accidentes de coche), accidentes vasculares (como ictus) o enfermedades neurodegenerativas (esclerosis múltiple). Pero, trasunto posmoderno del Dr. Jeckyll y Mr. Hide, cuando es viernes y anochece se transforma en Worst y se lanza a la delirante escena noctámbula madrileña a practicar otro tipo de sesiones: las de dj, en algunas de las salas de moda que cualquier amante de la fiesta, el baile y la música electrónica debe de tener en cuenta.
"La neuropsicología es una disciplina que conecta la neurología y la psicología, y que trata de evaluar y rehabilitar funciones superiores en personas que han sufrido algún tipo de daño cerebral", explica Pérez. "La elegí en vez de la psicología clínica porque tienes más donde agarrar: en aquella, al tratar depresión, ansiedad, etc. hay muchas teorías; pero aquí, al final, hay algo físico, un daño concreto en alguna parte del cerebro. No trabajas tanto en el aire".
Nació en Santa Cruz de Tenerife, en 1973, y después de acabar la carrera y hacer los cursos de doctorado ejerció como neuropsicólogo en una unidad clínica asociada a la Universidad de La Laguna durante seis años. "De lo que se trata es de hacer una valoración de cada una de las funciones del paciente: de atención, ejecutivas o de memoria. Luego hay que enseñarle a usar las capacidades que conserva, aunque sean reducidas, de una manera diferente. Entrenarles para que logren ciertos objetivos que no lograrían si siguiesen usando su cerebro igual que antes".
Y después de estos seis años, en 2004, hizo la maleta y se fue a Madrid. "Curiosamente, lo que me dio el empujón no fue el trabajo sino la música. Laboralmente estaba bien, pero estaba un poco harto de la isla, de ser cuatro gatos, de la poca actividad cultural. Solo había bares de pachanga comercial", explica en su apartamento malasañero, cerca de la calle Pez, donde se mezclan discos con tratados científicos, mientras acaricia a una gata gorda, gris y algo tímida llamada Rata. Así, luchando contra la pachanga empezó a pinchar en las fiestas de un grupo de amantes de la música indie llamado Grupo de Resistencia Pop. Su nombre artístico como dj, Worst (el peor, en inglés), viene de aquella época en que pinchaba de forma diletante poniendo una canción detrás de la otra, sin hacer mezclas.
La llegada a la capital no fue coser y cantar. Le costaba encontrar trabajo de lo suyo y acabó trabajando en una de las tiendas de ropa H&M, durante nueve meses. "La experiencia fue curiosa, nunca había trabajado en una tienda de ropa y no guardo mal recuerdo. Lo mejor es que cuando había rebajas te llevabas lo mejor, aparte del descuento, claro", bromea. Posteriormente encontró su lugar en asociaciones de esclerosis múltiple y centros de daño cerebral en los que ahora trabaja. Y además, empezó a ejercer de dj en pequeñas salas del barrio: "Pinchaba una vez al mes en un garito en el que eran muy comedidos, no querían que se liase mucho el tema... Un día entró un grupo de gente muy animado, bailando, saltando, armando jaleo, y el jefe me dijo que les cortara el rollo. En vez de cortar de golpe el ritmo, lo hice progresivamente. No me volvieron a llamar. Curioso, es la única vez que me han dicho que pinche para que no baile la gente". Su música trata de aunar el pop indie (del que procede el dj) con la música electrónica (con la que aprendió a pinchar), siguiendo un poco la estela de Sideral, el elegante DJ barcelonés fallecido en 2006.
Cae la noche y Worst (a estas horas ya es Worst), nos invita a acompañarlo a Carne, el club en el que forma parte del equipo residente albergado los sábados en la exitosa sala Charada. Allí los modernos se contonean bajo la luz rojiza y una pantalla en el techo con efectos visuales. La figura del dj sobresale al fondo sobre la marejada de peinados guays y de sombreros, como si esto fuese una liturgia y él un maestro de ceremonias. Aquí Worst suelta sus ritmos más coloridos, donde lo electrónico y lo pop se dan la mano. En otras ocasiones, cuando actúa en el club Stardust (sus promotores Adrián, Bali y Sara le dieron la oportunidad de saltar a salas grandes), deja escapar a sus demonios techno más oscuros.
Pum, pum, pum, retumba el bombo: ¿y sirve de algo la psicología para ser dj?, le gritamos al oído. "Lo bueno de la psicología es que te sirve en todos los ámbitos, a relacionarte con tu compañero de trabajo o a la hora de construir una sesión de música electrónica. O en lo que se denomina leer pista, estar pendiente de la gente cuando pinchas, si te siguen o no y tratar de enganchar al mayor número". En la noche se encuentra de todo. "Hay gente particular, pero ¿quién es normal? Para la psicología siempre ha sido un problema definir ese término...". Atareado entre los platos, los cascos y las clavijas, Worst no tiene tiempo de seguir filosofando, así que mejor saltamos a la pista y nos ponemos a bailar, que es lo que nos pide el cuerpo. Buenas noches.
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