Sandra De La Fuente / clarin.com
Aunque su intensa agenda de actividades parece negarlo, el compositor Francisco Kröpfl, pionero en la creación por medios electroacústicos en la Argentina, cumple esta semana 80 años.
Kröpfl fue fundador del Estudio de Fonología Musical de la UBA que funcionó hacia fines de los ‘50, del Laboratorio de Música Electrónica del Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales (CLAEM) que tuvo su lugar de trabajo dentro del Instituto Di Tella hacia fines de los ‘60 y Jefe del Departamento de Música Contemporánea del Centro de Investigación en Comunicación Masiva, Arte y Tecnología (CICMAT), entre 1972 y 1976. Su biografía puede ser leída como la historia de la vanguardia musical en nuestro país.
Hace cinco años dejó la dirección del departamento de música del Centro Cultural Recoleta, pero su actividad como compositor no ha cesado y este año no sólo lo esperan los conciertos homenaje -el CETC le programó un concierto monográfico para el 15 de abril- sino también tres estrenos mundiales: una obra para diez instrumentos, Divergencias, que será interpretada en Madrid, con dirección de Szolt Nagi, una obra coral, que se escuchará en el Simposio Internacional de Coros de Puerto Madryn, y la ópera de cámara La tercera es la vencida, con guión de Oscar Steimberg, que se estrenará en septiembre, en el Centro Nacional de Música.
Usted siempre fue considerado un vanguardista duro. Sorprende un poco que a esta altura se haya entregado al género operístico.
(Ríe) Puede que sorprenda, pero si se mira mi producción verá que ya en 1952 había escrito mi primera pieza importante para voz flauta y clarinete, sobre un texto italiano. Mi gran amor era Anton Webern y también me gustaba mucho Dallapicola. No soy un entusiasta de la ópera, pero tengo gustos puntuales: las dos óperas de Berg, El Priggionero, de Dallapiccola, Pelleas, en la música del siglo XX. También me gusta Puccini, las dos últimas de Verdi y me divierte mucho el Cosi Fan Tutti. De Wagner me gusta especialmente Tristán e Isolda. Aunque es cierto que me interesa mucho la formalización muy estructurada de las obras, también es cierto que la electrónica siempre me estimuló para el lado más lírico.
Entonces, ¿por qué se dedicó a escribir para medios electroacústicos? Porque entendí que la dramaticidad podía conseguirse a través del procesamiento del sonido y la amplificación espacial. Y hacerlo así me resultaba más atractivo que trabajar con orquesta. Por otra parte, mis primeras obras se tocaron mal y a mí me molestaba tener que aceptar que el crítico escribiera su comentario partiendo de la base que la obra había estado bien interpretada, como si el error hubiera sido mío. Con la composición electroacústica es posible controlar lo que se hace y escuchar lo que concibió. Y eso no tiene precio.
Pero en “La tercera es la vencida” habrá orquesta, ¿no? Apenas un grupo de cámara: flauta, clarinete, violín, chelo, corno y piano, dirigida por Jorge Rotter. Pero no la llamemos ópera, es un juego escénico. Para mí la ópera es otra cosa: está el drama, la gran orquesta, el relato lineal y el juego.
¿Cómo concibió las voces? Pensé en una voz que se adaptara a las circunstancias. Hay sprechgesang (entre el habla y el canto), parlato y canto. Eso me permite lograr contrastes y cambio de significación.
Canto e instrumentos, ¿dónde quedaron sus temores acerca de la mala interpretación de sus obras? Ese un problema de músicos y de tiempos. Tuve una maravillosa experiencia cuando se hizo mi relato sobre textos de Borges para cuatro instrumentos: como tenía un subsidio conseguí los mejores músicos. Se hicieron muchísimos ensayos, dirigió Jorge Rotter (que dirigirá el estreno de esta ópera) y lo que sonó fue increíble. Si consigo ese nivel seré feliz.
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